Al excesivo refugio en labios ajenos no se le llama Soledad
Rodrigo Billie
Bien escuché alguna vez, si tu pareja te es infiel una vez,
es su culpa, a partir de la segunda toda la culpa es tuya.
Siempre entendí esa frase, pero nunca la sentí hasta que
ella tuvo toda la decencia de decirme cada vez que me daba uno de sus golpes en
mi espalda, y no eran esas palmadas de cariño y aprecio, fueron golpes secos.
Siempre pensé que si alguien me fuera infiel, prefería no
saberlo, pero ella se encargo de que conociera el lado amargo de enterarme
de una infidelidad, pues las 3 veces que
le fue infiel a mis labios, me lo dijo, creo que el juego constó de que ella
sabía lo profundo de mis sentimientos.
Bastaron 3 veces para sentir que mi dignidad no existía,
bastaron 3 meses después para hartarme de juegos donde yo era el único que
perdía.
Se acabó la relación, pero el entretenimiento seguía, pues
sin guardar luto, ella en otros brazos ya amanecía.
Una noche bajé las riendas, le explique mi soledad, y ella
no escuchó, pero siguió, seguía diciendo que su soledad era más grande, que su
tristeza era más grande, que ella era la mártir más grande, y yo sólo sé que al
excesivo refugio en labios ajenos no se le llama soledad, ni tristeza, y
tampoco se es una mártir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario